Los cafés

Como es mi costumbre en las tempranas horas de los fines de semana, sin importar la ciudad en donde me encuentre, estoy en un café del barrio. Empezó esta costumbre hace una década mientas estaba viviendo en Holland (Míchigan). Lo hacía en Albuquerque, Madrid, y la CDMX y he seguido con este agradable patrón hasta la actualidad en Chicago. Los cafés son lugares mágicos en donde uno puede pasar tiempo solo (o solo con sus pensamientos, pertenencias, y preocupaciones) a pesar de estar rodeado de gente desconocida. Son espacios en donde se toma el pulso de la vecindad.  

Él de mi barrio se llama Metrópolis. Tiene buena fama en Chicago por preparar y entregar a empresas locales sus productos. También por ser un lugar en donde varias poblaciones distintas se mezclan y gozan la presencia de las otras. Es bastante común que los obreros se topan con los universitarios, que se topan con los funcionarios, que se topan con los inmigrantes mientras se asoma una pareja musulmana en la misma cola de espera de una pareja gay etcétera. En otras palabras, se puede ver una buena representación de la ciudad que compartimos. No una representación perfecta -- no se ven a menudo los negros ni los sin techos -- pero una representación buena. Se dice en Chicago que los xenófobos son una especie en peligro de extinción. 

Cabe destacar el papel que se llevan los cafés locales por las comunidades en donde están. Hace un rato, un artículo apareció en el periódico sobre el barrio Logan Square ubicado en la parte oriental de la ciudad. Se trata de los trastornos que habían comenzado desde hace una década y, según la autora, terminó este año. Logan Square, como varios otros en Chicago, se marcaba por la composición de sus residentes (mayormente latinos y migrantes recién llegados de todas partes) y las rentas económicas (en contraste con los precios en barrios mucho más adinerados). Allí, los padres podían criar a su familia. Ellos confían en las escuelas locales (ambas privadas y públicas). El mercado laboral sostenía un alto nivel de empleo gracias a las muchas empresas independientes que le suministraban a la comunidad todo lo que desearan. Incluso, por supuesto, se encontraban cafés dirigidos por personas que vivían en el barrio. Como decía el artículo, las empresas locales tanto los cafés como los demás empezaron a desaparecer a la llegada de las marcas más grandes y familiares: Home Depot, Starbucks, y Target. Como estas marcas tocaban tierra en los barrios, subieron las rentas hasta el cielo. No era sorprendido que la renta en Logan Square lograra dispararse 20% año por año. Estos cambios insólitos desataron una fuga de personas, más concreto las familias humildes aunque diligentes, las quienes ya no podrían llegar al fin del mes. Y desde allí vinieron una bandada de jóvenes blancos ("hipsters" como les llaman los no-hipsters) atraídos por precios razonables (para ellos) y por asentarse en un barrio cool. 

De los negocios pequeños, los cafés eran los primeros en fallar. Las marcas mundiales como Starbucks se enteraron que el precio de construir una sucursal en esos barrios en donde predominaban los latinos era muy bajo. Se construyeron dos o tres dentro de un año. Por supuesto, el precio pagado por los damnificados de esta tormenta social era asombroso y por la vida cultural del barrio era un golpe de muerte. Un comentario dejado en el artículo mencionó que la mera presencia de estas marcas no le fastidiaba porque el capitalismo tiene un alma capitalista; sino, que ellas no cuiden a sus alrededores. ¿A Starbucks que le importa si hay basura en las aceras o un bloque de viviendas en ruinas? Lo que importa es el balance de las cuentas al fin del mes. Por supuesto, cada negocio presta atención a los balances. La diferencia me parece ser en cómo una empresa mantenga y desarrolle los vínculos con el barrio en donde se encuentra. No basta salir a flote. Un café independiente actúa como una extensión de la familia que lo dirige. Le importa mucho todo lo que es un barrio: su seguridad, su entorno, su calidad de vida, y la calidad de vida de sus clientes. Un Starbucks? Muchísimo menos. Se aprende muy poco sobre un barrio de Chicago en una sucursal de Starbucks que en el singular Metrópolis. 




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