Los momentos de encuentro

Como ya se ha mencionado en otro blogpost, pasar las madrugadas de los fines de semana en un café acogedor me relaja mucho. Durante esas horas, no me preocupo de la cantidad de cosas que se deberán manejado el resto del día. Suelo acudir a Metropolis, el café justo al sur del campus donde me pongo al banco alto justo a la ventana que da a la calle. Me gusta mirar vagamente a la gente que pase por las aceras, conduzca por la calle, y (más que todo) los perros que acompañen sus dueños. También, sentarme aquí me proporciona un montón de oportunidades para coger practica dándoles la sonrisa a desconocidos. ¿Suena raro eso?

Ha llegado el invierno a Chicago. Aunque se le ha quitado el calor del aire, no hace falta ser retraído o guardar tu calidez personal a ti mismo. Qué fácil es dar una sonrisa. Y qué hermoso en pensar de las pocas veces que no se me hubieran devuelto.

Aquí en Metropolis uno puede separarse por un rato de nuestra sociedad tecnológica. Por supuesto, hay portátiles traídos por muchos (gracias al inalámbrico gratis) pero en general dominan las conversaciones libres entre personas sentadas alrededor de sus mesas cuadradas. Y de los que no estén platicando entre sí mismos, hay ellos que están leyendo un libro o periódico.

Aquí se encuentra la materia prima para crear estos momentos de encuentro. A la gente que lleva una personalidad sociable no le presentaría un desafío duro presentarse a un desconocido. Para los que lleven una personalidad más solitaria, puede ser difícil meterte en una conversación en la que nadie te hubiera invitado. A ellos, os recomendaría que solo tengáis que escuchar a escondidas y luego ofrecerles un comentario sobre el asunto al que estén hablando cuando aparezca. Aunque cueste mucho ponerte en una conversación de otras personas - hasta darte miedo -  te costaría más desperdiciar la oportunidad de hacer un vínculo entre tú y otra persona.

Los seres humanos somos animales sociales. Nos da placer meternos con los demás. Muy a menudo, uno va a los cafés y otros espacio públicos para hacerse disponible a los momentos de encuentro. Para ingresarse a la sociedad a la que pertenezcamos. Por eso, en los cafés se encuentra las aperturas en las que conexiones se formen. Merece todo el esfuerzo sacar provecho de la situación. Se recuerdan los momentos de encuentro - en los que le hubieras conocido a una persona por la primera vez - mas que las horas que se habían pasadas solo.



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