La ausencia hace que el corazón se encariñe más

Me he fijado que los mejores momentos de mi vida -- en los que me sentía más contento y relajado -- tenían lugar en la ausencia de espejos. Los espejos te reflejan devuelta hacia ti. Te hacen a ti el foco de tu mirada. Esto es peligroso, por correr el riesgo de llegarte a ser obsesionado con tu propia imagen y, por extensión, contigo mismo.

Este peligro se ha cuenta a lo largo de la cultura occidental con la historia de Narciso. Dicho joven se enteró demasiado tarde del riesgo de la obsesión, al quedarse enamorado con su propia imagen la que se te reflejaba en la superficie de un estanque. Miraba por tanto tiempo que acabó muerto, incapaz de separarse de la belleza que veía en la superficie del agua hasta la inanición le cobró su vida. Desde él, han surgido la voz inglesa "narcissism" y su forma adjetivo "narcissist."

Yo no soy el trágico Narciso ni me atrevo a pretender considerarme hermoso. Todo lo contrario... de hecho, el mito trágico de Narciso viene a cuento mencionarse para crear una apertura por la que se me permitiría hablar un poco de la otra cara de esta moneda particular: lo feo.

Por una multitud de razones, el ser humano es único en la difusión de vida en la Tierra. Una de ellas es que nuestros cerebros se han evolucionado tanto que ya cuenta con la suficiente capacidad para hacer la auto-reflexión. Se nos deja a nosotros seres humanos pasar todo el día pensando en nosotros mismos. Hablo de ellos que padecen de mala autoestima. Me cuento en ese grupo, este tiempo se dedica a la auto-critica. Se empeora al estar enfrente del espejo.

En el espejo, se ven todos mis defectos: la nariz demasiado grande, la piel dañada por la acne, los dientes torcidos gracias a la falta de atención ortodontista desde cuando estaba en secundaria, y los chichos que rodean los abdominales que aún no he podido perder. Estas imperfecciones me tocan a diario. Su poder en hacer daño a mi auto-estima se dobla después de experimentar un fracaso en la vida personal. Las voces críticas me hablan desde las esquinas oscuras de mi personalidad. Sus palabras son como cuchillos, clavándome en el alma: qué gordo eres, tus dientes son los de un mendigo en la calle... que asco!, te has fijado que llevas cada vez más las facciones de tu madre con esas arrugas y canas?. Estas críticas auto-generadas me producen un intenso malestar en revivir momentos dolorosos y oportunidades perdidas. Todo lo negativo se le debe a lo feo. Todos los males se le deben a lo imperfecto, hasta tal punto de que me quedo anticipando lo peor. Esto conduce a un círculo de angustia que me cuesta muchísimo romper.

Supongo que me han pasado estos rasgos desde mi padre, los de mantenerse callado sobre sí -- o de decir muy poco -- para evitar que otras personas te hagan caso. Pues, vale añadir que querría que los de cerca no me hagan caso por mis facciones sino por lo que les contribuya a la sociedad y a sus socios. La trampa en el que he logrado evitar caer se llama 'histrionismo.' El histriónico quiere llamar atención a sí mismo, lo que prefería evitar a costo. El histrión no lleva a ningún sitio, así que mejor se deja este tema por otro día.





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