No había otro remedio.

Yo empecé correr en 2008. Y con intención. Correr fue un paso que se le añadió a una nueva rutina dedicada al desarrollo y mejoramiento personal. Ya había dejado atrás comer la carne, el pollo, y la leche de vaca. Representaron un 90% de los alimentos procedentes de orígenes animals que comía antes de dedicándome a todo fuerzo convertirme en vegetariano. Entre el vegetarianismo y el atletismo, me encontré en un estado de ánimo y alegría nunca sentido antes en mi vida. No tenía nada que ver con otras personas tampoco que mis alrededores. Al terminar el año 2012, me había encontrado muchísimo éxito en una clase de autodefensa, terminé con una decena de carreras 5k (y incluso un par de carreras 10k), y había perdido 27 kilos. En aquella época de mi vida, mi autoestima tocaba las nubes. Contaba con energía (tanto física que mental) de sobra. Se había llevado a cabo una revolución hacia lo mejor.

Por la otra mano, Patrick empezó correr por trampa. Se negaban todas las opciones gratis proporcionadas por el Departamento de Parques de Chicago a los jóvenes de la ciudad durante los meses del verano: Grupos de fútbol, fútbol americano, tenis, voleibol, béisbol, todos quedados ignorado. Le aconsejaba de que, para asegurarnos de la convivencia justo abordada, fuera menos tozudo y que aceptara nuevos desafíos.  No le permitiría quedarse en el apartamento todo el día. Era ridícula quedarse dentro del apartamento dado que vivíamos en una de las mejores ciudades del mundo y teníamos a mano todos los recursos necesarios para aprovecharla. Había opciones y oportunidades bastantes para un joven con hasta un granito de voluntad. Decepcionante, a Patrick le faltaba hasta aquel grano.

De todos modos, le decía por meses acerca del día en el que él iba a unirme en las carreras que hacía por el barrio dado que se habían dejado ignorados todas otras opciones. O no me creía o no me prestaba mucha atención, por que se quedó muy incrédulo al momento en el que le dije ponerse los zapatos. Esperamos un rato por que vale decir que se eligieron esas zapatillas por él mismo, así que no le quedó ningún excuso por ser sorprendido. Pero incrédulo y fastidiado estaba.

En esa época dentro la que trabajábamos muy fuerte para cumplir con los retos que el Estado nos habían dado para que llegáramos a ser una familia de verdad, Patrick no hacía nada de ejercicio físico. La verdad era que había logrado escaquearse de las actividades que hacían sus compañeros tantos en el instituto donde vivía que en las clases de gimnasia a su secundaria. Fingía sufrir de una lástima o de un dolor misterioso. No llevaba su playera obligatoria para participar en (y ganar puntos que le contribuían a su nota final) las actividades -- fueran lo que fueran. Efectivamente -- y con muchísima ironía -- se volvió en lo más flojo de la clase y sufría del daño académico más grave mientras estar en gimnasia. Esos 55 minutos de gimnasio se habían vuelto en un agujero negro. Obviamente, yo no iba a dejarle que continuara tal situación a casa. Tras negó a participarse en fútbol, voleibol, tenis, fútbol americano, ni cada otra opción abierta (y gratis) a él en los programas de Chicago -- le dije que iba a correr conmigo. Ya no le quedó otro remedio.

Desde hace junio, Patrick ya cuenta con haber cumplido más de una docena de carreras conmigo.

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